Este no es un post más para darte consejos. Este es un post para mostrarte que, a veces, la realidad no es tan bonita como la cuentan. Aunque siempre estaré agradecida de haber vivido esta experiencia porque todo desafío es una aventura que te hará crecer, aprender, y que podrás recordar toda la vida.
Llegué a mi destino Erasmus un mes lluvioso de enero (aunque en Dublín todos los meses son lluviosos). Aterricé en un aeropuerto desconocido para mí, con dos maletas, tres capas de ropa y, a pesar del día gris, mucha ilusión.
Un autobús me llevó al centro de la ciudad y desde allí tenía que buscar una calle que se llamaba así: Aungier Street. No te preocupes si no sabes pronunciarlo porque yo tampoco sabía. Cuando viajas a Irlanda te das cuenta de que el inglés que conocías no se acerca de lejos al inglés que se habla allí, y tienes que reaprenderlo. Aun así, el nombre de esa calle ni siquiera estaba en inglés sino en gaélico y por eso fui el «hazmereír» de todas las personas a las que me atreví a preguntar por la ubicación.
Por otra parte, llegaba sin alojamiento, solamente había alquilado la habitación de un hostal, con la esperanza de encontrar una vez allí un piso que pudiera compartir durante seis meses. En el hostal no había calefacción, tan solo un radiador portátil que podían prestarte si no lo había pedido alguien antes que tú y como consecuencia cogí una bronquitis que me tuvo tosiendo durante toda mi estancia Erasmus.
Al cabo de dos semanas, después de pasar por dos hostales, conseguí mi habitación compartida en un piso con otras cuatro chicas irlandesas de mi universidad. Toda una experiencia.
Conocer gente no fue tan fácil como se tiende a pensar, el choque cultural (y meteorológico) existe y, a no ser que quieras suspenderlo todo, vas a estudiar. Irás a fiestas, a muchas, porque esta experiencia solo se vive una vez en la vida y tienes que aprovechar cada momento al máximo, pero estudiarás, aunque para ello tengas que pasar noches sin dormir.
Y a pesar de todo, repetiría esta experiencia una y mil veces. Gané amigos únicos, momentos inolvidables, conocí lugares increíbles y volví a casa siendo una persona diferente.
Viajar te obliga a desafiarte y esa es la mejor manera de superarse a uno mismo. Viaja, vive, disfruta, aprende y aprovecha cada experiencia porque puede cambiarte de por vida.
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