“Well you only need the light when it’s burning low
Only miss the sun when it starts to snow”
Let her go, Passenger
Hay realidades que se entienden mejor por su contrario que por sí mismos. Ocurre esto especialmente cuando esas realidades se entienden como dadas, asumidas, naturales, perennes. No se ha conocido en la vida otra cosa más que esa situación.
Uno de estos conceptos desconocidos es, en la Europa de hoy, la palabra frontera. Le voy a contar – si le interesa, estimado lector, estimada lectora – cómo aprendió este millennial lo que significa el término “frontera”. Hace unos meses emprendí un viaje con un buen amigo a Bulgaria, con la intención de visitar a otro camarada que allí nos esperaba, y viajar hasta Estambul en un autobús nocturno.
Partíamos desde Sofía a las once de la noche y, el inicio del viaje, más allá del cuadro que se pueda imaginar Usted de un bus de línea nocturno búlgaro, no deparó ningún hecho destacado. Hasta que nos aproximamos a la frontera. Eran cerca de las dos de la madrugada, y ya a 20 km de la frontera con Turquía, comenzaba una fila de camiones esperando a cruzar al país vecino, que causaban un enorme barullo de noche, pitando en mitad de la nada.
Nosotros, así como otros vehículos de transporte de pasajeros, también experimentamos varias retenciones. Una vez llegados al puesto fronterizo, y tras haber sido recibidos por el preceptivo retrato de Atatürk, aún tardamos una hora más en cruzar la aduana. En total, nos llevó más de dos horas para recorrer un tramo de alrededor de 20 km, tiempo que resulta récord si se compara con el tiempo medio para atravesar el mismo tramo para un camión: de ocho a quince horas. Se debieron sumar a este tiempo de espera los 20 dólares en concepto de visado y un control policial de película de Indiana Jones.
Se pueden relatar experiencias del género en los puertos de Calais y de Dover; en La Línea con Gibraltar; en Algeciras para los barcos hacia Marruecos; en los Estados bálticos con Rusia; en Croacia o Grecia con sus vecinos balcánicos. Y fuera de la Unión Europea, en las fronteras colindantes o controles aduaneros que Usted desee.
Pero no seamos superficiales: no se trata sólo de tiempo y dinero – que, ya de por sí, no son asunto baladí, ¡que se lo pregunten a los comerciantes y camioneros que han de atravesar semanalmente estos pasos! Se trata de cultura y modo de vivir.
Todas estas ideas comenzamos a discutirlas el grupo de los tres amigos, en un bus nocturno, cerca de Estambul de madrugada, llegando a la conclusión de que nos habíamos aproximado un poco mejor al concepto de frontera con este aprendizaje práctico. Y lanzamos la pregunta, dejándola abierta – y le invito a Usted, si ha llegado a leer hasta aquí, para que lo reflexione – si los jóvenes afortunados de haber nacido en un espacio sin fronteras, como es la Unión Europea, sabemos realmente lo que es una frontera. Quizás, si son estos jóvenes algunos de los que pugnan tan recientemente por levantar nuevas fronteras en Europa – y en España –, no saben bien lo que son.Y esta es solo una de las reflexiones que tiene uno, en milésimas de segundo, al viajar.
Viaje Usted.