13 días, 5 países y una mochila. La verdadera experiencia de un Interrail

Pocas cosas son tan emocionantes como viajar. Más incluso cuando se trata de hacerlo en trenes.

Hay aspectos de los que no te hablan antes de hacer un Interrail, quizás porque las palabras se queden cortas. Por ello y para convencerte de que este puede ser el viaje de tu vida, quiero contarte las partes más emocionantes de mi experiencia. Un viaje de viajes, un recorrido de amistades conocidas y por conocer y un trayecto inolvidable lleno de historias que contar.

Jóvenes, adultos y ancianos, familias con niños y parejas de jubilados. No hay edad para recorrer el mundo. Todos somos merecedores de esta experiencia y así me lo enseñó mi viaje. Conocí a gente de gran cantidad de países y diferentes generaciones, personas más intrépidas e incansables que venían de la otra punta del mundo y otros que, como yo, buscaban desconectar del día a día y vivir nuevas y diferentes aventuras.

Los vagones son el punto de encuentro y el lugar indicado para conocer gente. Mi viaje empezó en Zagreb, Croacia, y ese mismo día en un tren nocturno dirección Split, descubriría el motivo por el que la gente hace un Interrail, y por el que en muchos casos repite.

Cantidad de personas en grupos con sus mochilas esperando la llegada del tren suben emocionadas a su vagón correspondiente y buscan el número de habitación que les ha tocado y que tendrán que compartir con el resto de viajeros. La presión del vehículo contra las vías anuncia que ya estamos de camino, y el ruido del movimiento se entremezcla con el de las personas que hablan y se presentan, así como con la brisa del viento que entra a través de las ventanas abiertas; y apoyados sobre éstas, dejando volar las manos y observando el paisaje nocturno, el viaje comienza y la sensación del aire sobre la piel nos avisa de que lo bonito de viajar reside en los pequeños detalles.

Un nuevo día amanece en una nueva ciudad costera. Un tren que llega, un hostal que nos da la bienvenida, más personas que conocer y nuevos lugares que explorar. Y nada es como nos lo habían contado, porque no hay nada como vivir una experiencia en primera persona.

Después llegó Eslovenia, con sus paisajes verdosos y excursiones en grupos que se nos unirían hasta el final de nuestro trayecto. Lo dejamos atrás llamados, muchos de nosotros, por la música de la monumental Budapest, donde el Sziget, uno de los mayores festivales europeos, nos esperaba con los brazos abiertos para decirnos que nuestro viaje iba llegando a su fin y que no podía hacerlo de mejor manera.

La calma de Bratislava nos dejó reposar caminando por las calles junto al Danubio que atravesaba esta ciudad.

Y finalmente, terminando tal y como habíamos empezado, Praga nos dijo adiós desde sus trenes, dejándonos ver que no solo había magia en sus rincones, sino que viajar, ya de por sí, es mágico.